El Estado Mexicano: entre el idealismo y el pragmatismo
¬ Edgar Gómez Flores sábado 8, Jun 2019Con mi mano izquierda…
Edgar Gómez Flores
Todas las personas que se acercan a la política como un medio para conseguir un fin colectivo, lo hacen con un bagaje ideológico. Este bagaje tiene como sustento el estrato social, económico y cultural de las personas, así como su educación formal y el momento histórico donde cada personaje se desenvuelve. Sin embargo, una vez que ese “idealista” llega al poder, requiere de diversas herramientas para gobernar y ahí empieza su problema. En la práctica, el Gobierno debe lidiar con todas las corrientes ideológicas y, desde una visión de Estado, debe integrar soluciones prácticas que permitan año con año, entre otras actividades, aprobar un número importante de contribuciones que integran, en México, la Ley de Ingresos y un cúmulo de programas e inversiones públicas los cuales componen el Presupuesto de Egresos de la Federación. Así también, debe asegurar la seguridad pública indispensable para que los niños y jóvenes vayan a la escuela, los profesionistas se desplacen a sus centros de trabajo y los campesinos hagan producir sus tierras.
En este sentido, poco a poco el nuevo gobernante se enfrenta a la disyuntiva de gobernar con el ideal o con el pragmatismo que le permita sacar adelante sus planes de gobierno. A manera de alegoría considero que el gobernante parece un gladiador romano, donde el escudo son sus ideales, que lo defienden de los embistes de los rivales y la espada es la práctica con la que negocia, con la que cede, pero principalmente con la que da pasos adelante. Así la batalla en la arena política se vuelve constante y toma cadencia. Para el caso de este gobernante, por ahora hipotético, mientras la batalla toma ritmo y simetría, él luce mejor. Convence a enemigos y genera una base política que le permite gobernar en conjunto con su grupo de poder y grupos fácticos.
Ahora, en el caso de México, después de las elecciones presidenciales de 2018, donde Andrés Manuel López Obrador obtuvo un triunfo aplastante sobre sus adversarios y con esto acceder a la Presidencia de la República Mexicana, el electorado, principalmente aquél que no comulga con los pensamientos y sentimiento de este nuevo presidente, consideraba que éste tenía esa simetría entre idealista y pragmático. Lo había demostrado en la Ciudad de México. Mantenía programas sociales para adultos mayores y al mismo tiempo conseguía en el Congreso Federal los recursos suficientes para construir sus obras de gran infraestructura (principalmente los segundos pisos del periférico). Sin embargo, a esta fecha, Andrés Manuel ha dejado perplejos a propios y extraños con diversas decisiones que no dejan claro, ni el rumbo de sus ideales ni la praxis con la que podrá administrar un país de 120 millones de habitantes, de los cuales la mitad se encuentran en la pobreza.
Empecemos. El primer síntoma de debilidad en su plataforma ideal fue la suscripción de un pacto político con el Partido Encuentro Social (el PES). Aquí inició la ruptura de su discurso juarista, fundamento (retórico) de su visión de Estado, más todas aquellas citas bíblicas que ha puesto sobre la mesa. Esto confunde a los juaristas, a los socialistas mexicanos y a otros tantos ciudadanos que pugnan por un Estado Laico. Ahora, estas debilidades ideológicas, a principios del sexenio, se identificaban como una estrategia pragmática para gobernar. Empero, por el otro lado, el Presidente López Obrador ha dado una muestra total de lejanía de todos los grupos de poder y población que se apartan de su pensamiento. Así ahora, presenta un programa para impulsar el beisbol en nuestro país como deporte nacional, cierra estancias infantiles, refugios de mujeres vulnerables, cancela el llamado “Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México”; además parece abandonar el Tren México-Toluca y reduce presupuesto en el sector salud. Mientras, a pesar de todos los obstáculos legales, sociales y ambientales; quiere imponer el Tren Maya, el Aeropuerto de Santa Lucía y la Refinería de Dos Bocas. Todo esto confunde aún más y nos surge una duda ¿nuestro Presidente puede convivir con sus convicciones, con su eficacia política y con sus caprichos personales?
Andrés Manuel hoy luce solo en el ámbito de gobierno, aún con un índice de popularidad superior al 50%. Adicionalmente, poco a poco se irá alejando de una comunidad internacional que lo avale; esto, entre otras causas, por la no participación de México en foros internacionales y la estrategia estúpida, pero salvaje del presidente Trump, de acorralar a México con el tema migratorio ejerciendo presión económica, vía los aranceles a productos mexicanos. Por ahora el país tampoco tiene unidad, se encuentra entre las manos de un hombre que lleva sus hobbies a temas de Estado, que mimetiza sus ideales a cada capricho que quiere imponer. Por otro lado, aleja a una base política, social y económica que se requiere para combatir los grandes problemas de este país; el nivel educativo, la migración, el crecimiento económico y por consecuencia la pobreza.
El presidente de México debe entender que el producto interno bruto, la inflación, las tasas de interés, las apreciaciones de las calificadoras financieras, la paridad cambiaria, la pobreza y la desigualdad, entre otros indicadores socio-económicos, son parte de las estrategias pragmáticas que debe implementar en la agenda legislativa y ejecutiva. Por otro lado, su idealismo debería consolidar la imagen de un país libre de corrupción, con acceso a la salud, a la educación, con un crecimiento económico sustentado en la inversión en infraestructura productiva y ahí sí, no debería dar un paso atrás. Él, no debe malgastar su popularidad en promover la palabra divina (para eso las iglesias ya trabajan semana a semana), en buscar que el siguiente Cy Young de la liga de beisbol de Estados Unidos sea un mexicano, en despreciar los ecosistemas en plena era del nuevo cambio climático, en fomentar o ser permisivo ante eventos religiosos en recintos culturales. Lo que requiere México es un presidente que tenga balance entre lo que cree y lo que practica, para generar beneficios colectivos y no hacer de nuestro país el patio trasero, ahora, de un grupo de novatos populistas.