La irracionalidad de las clases en México
¬ Edgar Gómez Flores martes 18, Jun 2019Con mi mano izquierda…
Edgar Gómez Flores
Tratar de conocer y reconocer lo que está pasando en nuestro país, a partir de las elecciones de julio 2018, me dio por escribir estas líneas a las clases (económicas y sociales) mexicanas. Sin embargo, para ponernos en el mismo contexto, citaré algunas cifras publicadas por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Esta Organización nos comenta que las familias mexicanas consideradas “clase media” representan el 45% del total de familias de nuestro país. Un dato realmente reducido si consideramos que el promedio de los países miembros de esta Organización se encuentra en el 61%. Sin embargo, el análisis se torna interesante cuando identificamos lo que la OCDE considera como clase media. Sobre esto, afirma que la clase media mexicana es aquella que, con CUATRO miembros, accede a un sueldo mensual que oscila entre los 7,561 y los 20,162 pesos mexicanos. Arriba de esta cifra, las personas deben ser consideradas de la clase alta. Ante este asombro vienen varias reflexiones a mi mente y quizás como diríamos en México “me cayó el veinte” de muchas realidades.
Primero, a partir de las pasadas elecciones, en el período de transición y en lo que va del presente sexenio; en los comentarios que escucho en todo momento, en conversaciones públicas y privadas, identifico que no existe claridad de las personas y por ende de las familias sobre su condición y su papel como agentes económicos de este país. Esto genera una distorsión sobre sus decisiones y, en este momento me enfocaré en sus decisiones políticas. Imaginemos a una familia que vive en una colonia modesta en la zona metropolitana de la Ciudad de México donde eroga 5,000 pesos de renta mensual y cada uno de los miembros (CUATRO para este análisis) gasta 35 – 50 pesos de transporte para llegar a su lugar de trabajo y / o de estudios, con un gasto en comida de 35 pesos por persona (puede llevar comida de su casa). Estas personas, quienes invierten de 3 a 4 horas de traslado, quienes padecen la delincuencia de nuestras ciudades, quienes sufren los servicios públicos municipales, estatales y federales deben ser considerados clase media según este análisis de la OCDE. Sin embargo, cuando los políticos se encuentran en campaña y hablan de erradicar la pobreza; NO se están refiriendo a ellos, se refieren a un estrato económico mucho menor y, aunque no lo creamos mucho más vulnerable. En este sentido, conforme vamos subiendo por el ingreso familiar de la clase media, vemos el mismo efecto de sentirnos pobres. Por ejemplo, en el caso de otra familia, con CUATRO miembros, quienes viven en un departamento de 65 metros cuadrados en la alcaldía de Gustavo A. Madero en la Ciudad de México y pagan una renta mensual de 8,000 pesos, más una mensualidad de un auto compacto y tienen hábitos austeros de consumo y de recreación; esta familia se encuentra en el límite superior de lo que debe considerarse una familia de clase media y saben qué… también se sienten pobres. Ahora, pongamos un último caso, y agreguemos a los gastos de esta última familia una mensualidad de otro auto compacto o cambiemos el departamento de 65 metros cuadrados por uno de 90 metros cuadrados (es decir, dos recámaras con uno y medio baños) ¡Ya estamos en el inicio de la clase alta mexicana! Sin embargo, cuando los políticos siguen empecinados en hablar de la pobreza, no le hablan a esta clase social, aunque nosotros estemos seguros de que se refieren al mejoramiento de nuestro bienestar.
Lo anterior me refiere a esta idea: Todos los agentes económicos tenemos el derecho de sentirnos pobres, porque es la manifestación de que tenemos necesidades no satisfechas. Sin embargo, lo que no podemos hacer es confundir nuestra pobreza artificialmente internalizada, con el discurso de pobreza de los políticos y digo esto, porque esta base social a la que me refiero; una parte importante de la clase media y una parte importante de lo que la OCDE llama clase alta (la cual coincide con el decil más alto en la estadística mexicana) fue quien apoyó la campaña de “primero los pobres” en la pasada elección presidencial y ahí es donde esta clase social en transición se encuentra en una paradoja moral, pero también económica. Apoya el discurso de los pobres por sentirse pobre, pero también porque es una base social asistencialista hacia el desprotegido y esta razón es porque sus orígenes, en la mayoría de los casos, vienen de ese México rural de principios del siglo XX.
Por otro lado, otra parte de esta clase media y clase alta mexicana coquetean, por su educación, por moda o por los comentarios que escuchan en medios de comunicación, con los grandes capitales (nacionales e internacionales) y salen a votar pensando en protegerlos para que no huyan despavoridos de nuestro país; cuando estos capitales tienen sus medios de protección muy encarnados en nuestra estructura social, económica y política.
En los dos casos, este segmento socioeconómico, que le da estabilidad a nuestro país y donde se forjan las bases de nuestra comunidad, votan por dirigentes políticos para proteger un estrato social que no les corresponde. Esto genera una distorsión en “el mercado electoral”, en la estructura democrática, donde las personas deben tomar decisiones con base en sus necesidades y no en las necesidades de otras personas. Así, esta clase media se siente agredida y traicionada cuando le cierran sus estancias infantiles para mujeres que salen a trabajar, cuando no encuentran medicamentos en el Instituto Mexicano del Seguro Social donde asiste una “clase privilegiada” porque mínimo, tiene trabajo o cuando se dejan de recibir becas para sectores científicos y culturales.
Por todo lo anterior, es importante que cada clase vote por sus necesidades, así se establecen congresos federales y estatales diversos. Gobiernos que oscilen, de derecha a izquierda cada sexenio en lo federal o cada trienio en lo local y, en el largo plazo, traigan bienestar a todos los sectores. Donde el objetivo sea que los pobres dejen de serlo, que las clases medias se mantengan estables y las clases altas contribuyan en su proporción justa y equitativa con el Gasto Público que le da viabilidad a una nación que nos haga sentir que todavía existe un sueño mexicano.