El enemigo común
¬ Edgar Gómez Flores lunes 12, Ago 2019Con mi mano izquierda…
Edgar Gómez Flores
La frase atribuida al presidente Porfirio Díaz de “pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos” retoma importancia con dos sucesos; el arribo al poder de Donald Trump, como presidente de los Estados Unidos de América y la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República. Los estilos de gobernar, de ambos, acentúan la orfandad de nuestro país ante esta potencia mundial.
El presidente Trump ha creado una estrategia clara e innamovible contra México. Hacer sentir a su electorado que todos los problemas que aquejan a su país tienen su génesis en el vecino del sur, ya sea por sus acciones o por sus omisiones. En este sentido, Donald Trump no erró en su estrategia. Crear una guerra colectiva, en la conciencia de su base electoral, contra un enemigo relativamente menor, le ha traido una victoria inicial segura, y con esto, un sentimiento de triunfo en una sociedad que ve el “sueño americano” desvanecerse entre sus manos. Por otro lado, el gobierno de la cuarta transformación mexicana, parece que falló, no en la estrategia de guerra, más allá; falló en su mapa de guerra, en identificar a sus enemigos, en jerarquizar sus luchas. La cuarta transformación inició con los periodistas, la clase media “fifí”, los constructores del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, las guarderías infantiles y dejó para mejor momento la táctica de guerra contra el enemigo común: el gobierno del presidente Donald Trump. Una táctica de guerra que requiere unidad nacional, tanto en el nivel federal, estatal y municipal, como en el Congreso de la Unión y en los grupos empresariales que tienen injerencia con los empresarios estadounidenses, los gobernadores y congresistas de aquel país.
Parece que, Andrés Manuel, tiene un pie en el cuello y en lugar de buscar moverse de esa posición, intenta no perder de vista a sus contrincante locales para, aunque sea con el talón, acabarlos. Esta alegoría, pudiera estar sesgada. Sin embargo, en plena crisis, por el reciente asesinato en una tienda departamental de El Paso, Texas, donde murieron más de 20 personas, entre éstas, poco menos de la mitad mexicanos, Andrés Manuel decidió dedicar mayor tiempo, en sus llamadas conferencias “mañaneras”, al consumo de longaniza y chorizo en la Presidencia de la República, que a realizar un enérgico llamado de atención al presidente Trump para eliminar el discurso de odio ante los inmigrantes hispanos que llegan a esa nación, y empezar, de inmediato, con las modificaciones legislativas que inhiban la compra de armamente de alto poder en manos de cualquier persona.
Esta combinación se vuelve perfecta para los fines del presidente estadounidense. Demostrar que con su dedo inquisidor, el acusado sólo tiene la herramienta de pedir perdón y de acatar las órdenes del “monarca”. Sobre esto, México tiene múltiples herramientas que no utiliza (y si lo hace, no lo muestra). La presencia de la diplomacia mexicana es una herramienta eficaz que podría generar aliados comerciales y jurídicos internacionales para, de una manera ordenada, meter en cintura los caprichos del “gritón del norte”. Sin embargo, la diplomacia toma seriedad cuando es encabezada por el jefe de Estado y no por el que ahora ostenta, de facto, una vicepresidencia, como es el canciller Marcelo Ebrard.
Existen muchos intereses en México, tanto por sus antecedentes culturales, como por su posición geográfica entre Norteamérica y Latinoamérica. Sin embargo, si esos legítimos intereses los diluimos con frases como: “la mejor política exterior es la interior”, “soy dueño de mi silencio”, “no me voy a enganchar con el presidente Trump”, “zafo”, etc. Parece que la soledad de 125 millones de mexicanos más los que viven al otro lado del Río Bravo, tendremos que aceptar la humillación de un empresario de la farándula mundial.
No dudo que el esfuerzo y las capacidades del canciller Marcelo Ebrard tengan las mejores intenciones. Pero, al no venir acompañadas del discurso presidencial, el reclamo de nuestro país parece más un eco que se dispersará en las cañadas de las montañas Rocallosas.
Por el momento, guardaremos luto por las víctimas, quienes tomaban la siesta en el “sueño americano”. Cuando otros, se empecinan a convertirlo en pesadilla. Mientras tanto, en México, en Palacio Nacional, hablaremos del nuevo menú de la semana.