Inseguridad creciente
Freddy Sánchez martes 8, Oct 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Alguien temido por la delincuencia y si no amado tampoco odiado por la sociedad. Ese debe ser el perfil apropiado de quien aspire a devolverle a la Ciudad de México la tranquilidad robada por grupos delictivos y malandrines de poca monta.
De modo que los antecedentes familiares, su capacitación profesional dentro y fuera del país, además de la trayectoria profesional que lo precede, conceden al nuevo responsable de la seguridad y protección ciudadana, Omar García Harfuch, un bono de confianza que no cualquiera pueda recibir, nada más porque sí.
Sus ascendientes directos, (ambos connotados personajes públicos), el general Marcelino García Barragán, (su abuelo), y Javier García Paniuagua, (su padre), avalan la reconocida prosapia que cobija al nuevo jefe policiaco, en especial si consideramos que sus estudios y tareas oficiales, por sí mismas lo convierten en un personaje con una buena reputación para la encomienda que se le ha conferido.
Y hasta ahí, las cartas de recomendación, que inequívocamente hacen falta para confiar en el desempeño de todo aquel que asuma una responsabilidad en áreas públicas, no sólo altamente sensibles socialmente, sino en una situación de crisis como la que vive la seguridad de la Ciudad de México.
Ante lo cual se requiere, justamente, de mucha inteligencia institucional para comandar un combate a la delincuencia, que en el corto y mediano plazo ponga “el dedo en la llaga” de lo que está provocando la proliferación y el aumento de las actividades criminales.
Dos cuestiones se antojan primordiales, en ese sentido, una labor preventiva que como la palabra lo dice, se anticipe a los actos delincuenciales, y como natural consecuencia de ello, que al consumarse una fechoría se cuente con elementos de información que sirvan al propósito de localizar y detener a presuntos autores de los delitos consumados.
La estrategia de andar paseando patrullas por la ciudad con el sonido intermitente de sus sirenas y ráfagas de luz en sus torretas, seguramente, en alguna medida disuade al malhechor a actuar, en determinados sitios y a ciertas horas, pero también los pone en alerta y a fin de cuentas diversos robos a transeúntes, casas habitación y comercios, continúan cometiéndose en donde hay vigilancia policiaca.
O sea que lo más conveniente, sería pescar infraganti a los malosos, sean estos principiantes o miembros de grupos delictivos organizados.
Por lo mismo, hace falta una eficiente y a la vez eficaz tarea de inteligencia, como parte esencial de la prevención y persecución de los delitos. Ambas cuestiones que obligan a una mejor coordinación entre autoridades de la policía judicial y los elementos preventivos.
Porque, entre otras grandes fallas en materia de seguridad, aparte de la insuficiente capacitación y equipamiento de los elementos, está la inadecuada comunicación entre institucionales oficiales, incluyendo a las comisiones de derechos humanos, que deberían ser convocadas para que de común acuerdo se determinen específicamente qué acciones de autoridad policiaca son indispensables para el uso de la fuerza contra la delincuencia y de quienes incurran en conductas fuera de la ley, perturbando la paz y el orden público.
La confianza de que esto se haga como debe ser, sin lugar a dudas, la tiene Omar García Harfuch, el nuevo encargado de proteger a los ciudadanos que se sienten mortificados e indefensos, a causa de que salir a la calle ha dejado de ser seguro y estar en reposo en la casa también.
Justo será mencionar pues: que ante las expectativas de que el combate contra la delincuencia organizada en la Ciudad de México logre felizmente mejorar con el cambio en el mando policiaco, lo cual es un deseo colectivo abrigado de tiempo atrás, lo cierto por ahora es que el mal desempeño de los anteriores encargados de brindar tranquilidad entre los habitantes de la metrópoli, se tradujo lamentablemente en un expansivo agobio y malestar ciudadano por la inseguridad creciente.