El cambio “está cañón”
Freddy Sánchez jueves 17, Oct 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
México tiene que cambiar. Entre las cosas que lo ameritan, están los malos hábitos en lo social, económico, político y moral.
El problema está en que la importancia de este cambio, algún día realmente la aquilaten y entiendan quienes deben entenderlo.
Como los que asumiendo conductas con desparpajo se asemejan en su actuar al que se hurga la nariz en público para después limpiarse uno de sus dedos en la bolsa de su pantalón.
Los que dondequiera pegan el chicle que mascaban, aquellos que escupen sobre la banqueta y quienes sin taparse la boca estornudan en plena calle, ignorando o a sabiendas que sus microbios alcanzarán a las personas que caminan frente a ellos a una distancia de hasta siete metros.
Una irresponsabilidad idéntica a la de los que sirven comida en platos mal lavados en agua expuesta a la contaminación ambiental o bien los que con las manos sucias e incluso las uñas impregnadas de mugre manejan alimentos y bebidas de venta al público.
En lo económico, los malos hábitos no son menos graves.
En mercados sobre ruedas, aparte de los desaseos comunes en estos lugares, nunca falta la vendedora que discrimina y abusa poniendo precios a frutas y legumbres, según le parezca el estatus social de sus clientas.
De tal suerte que aquellas damas que se animan a ir de compras luciendo muy emperifolladas y oliendo a buen perfume, comúnmente todo lo que compran lo pagan más caro.
Algo similar a lo que sucede en las grandes tiendas de autoservicio, las modernas salas de cine, los restaurantes y diversos establecimientos comerciales, en donde los precios de sus productos y servicios se fijan conforme al nivel socio económico de las zonas en las que operan esos negocios.
Así las cosas, a muchos compradores, por la costumbre abusiva de algunos comerciantes, se les “encaja el diente” sin piedad. Los precios se disparan cincuenta, cien o más de doscientos por ciento, dependiendo de dónde sea la compra venta. Un mal hábito comercial contra la economía familiar.
Qué decir de lo político, siendo que la corrupción, la impunidad y la mentira, por antonomasia, se han distinguido por ser una mala práctica que de tiempo atrás viene destruyendo el bienestar de la mayoría.
Cambios van y cambios vienen y lo que debe de cambiar cambia poco o no cambia nada.
El mal hábito de aprovecharse de un cargo público, queriendo saciar los más mezquinos apetitos de acumulación material, suelen trasformar en las peores personas a las mejores personas.
“El poder corrompe y pervierte”, dijo en cierta ocasión en panista Diego de Ceballos. Y a juzgar por el ayer que continuamente se nos invita a ver, es más que evidente que entre los servidores públicos predominó un propósito perverso de satisfacer solo sus personales aspiraciones de bienestar.
Corruptelas y más corruptelas las hubo en el pasado a raudales como un mal hábito incorregible de la política y los políticos en México. En cuanto a lo deseablemente mejor y no mucho peor de lo que suceda en la presente administración, sólo se podrá hablar con verdad cuando llegue el momento de ver hacia atrás.
El caso es que los antecedentes de inmundicia política habida y ojalá no por haber, obligan a reconocer que la descomposición moral de la sociedad, es un hecho tangible e imposible de minimizar y mucho menos de ignorar.
En ese sentido, podría decirse que la degradación conductual incitadora del turbio afán de “querer verle la cara” a los demás es un mal hábito colectivo. Tan es así que los tontos parecen haberse acabado, desde que todos se creen muy listos, aunque lógicamente, como bien lo advierte la sabiduría popular del refranero: “el que la hace la paga”.
Lo que le da énfasis a la imperiosa necesidad de cambiar de hábitos, pero la verdad sea dicha en un lenguaje por demás coloquial: el cambio está cañón.