Renuncias o despidos
Freddy Sánchez martes 29, Oct 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Alfonso Durazo, Secretario de Seguridad, aseguró que a un puesto público no se renuncia.
Y lo obvio sería darle la razón , aunque con una salvedad. No hay renuncias, a manera de actos voluntarios, pero hay muchas renuncias.
Recién sucedió con un ministro de la corte, que renunció al cargo, no precisamente por su voluntad, (sino más bien casi “a la fuerza”), temeroso de que un mal mayor afectara su vida, por lo que prefirió irse en silencio, sin explicar el motivo de esa renuncia, a pesar de que la ley establece que un cargo como el que ocupaba el ministro sólo puede ser renunciado por causas graves. Esas causas que quizás tuvieron mucho que ver con el supuesto ingreso de grandes cantidades dinero en cuentas bancarias del ex funcionario.
La cuestión a debatir entonces es que las renuncias, que sí suceden con frecuencia en las tareas burocráticas, ( lo que contradice el aserto de Alfonso Durazo sobre que a estos cargos no se renuncia), evidencian que lo que las impulsa no es el deseo personal de abandonar un cargo público. Ni siquiera cuando se debe dimitir para atender un asunto familiar o por razones de salud. las renuncias también en estas circunstancias comúnmente son involuntarias.
Los funcionarios pues, no se van porque quieren, sino que cuando se van de cualquier cargo, en contra de sus afanes de “permanecer vigentes”, ( a veces sea donde sea), tiene un explicación: simple y llanamente, los corren.
Y entre las causas que ameritan las renuncias forzadas de los servidores públicos, fundamentalmente hay dos. Corrupción o ineptitud.
Algo que se ha constituido en los males mayores en el desempeño de los responsables de quehaceres institucionales, especialmente, en tareas como lo es la seguridad.
Claro que dondequiera existen comportamientos oficiales que hacen necesario pedir a los encargados de alguna función pública que abandonen el puesto, lo cual por lo regular ocurre al formular una renuncia, atribuyendo la razón a motivos personales. El caso es que ciertos personajes de la vida pública, se van porque se van.
Y en este punto, justamente, Durazo tuvo toda la razón al decir que los puestos públicos no se renuncian, (lo que es verdad), si consideramos que en realidad no hay renuncias, sino “cortes de cabeza”, cada que un funcionario falla o se torna incomoda su continuación en la función desempeñada, invitándolo a que deje “la silla” que ocupa, concediéndole el beneficio de divulgarlo a los demás como renuncia y no destitución.
Lo que es habitual y se recomienda, siempre que un resultado en los menesteres oficiales, se traduce en avasalladoras criticas sociales.
Como sucedió, precisamente, en los trágicos acontecimientos de Culiacán, dando lugar a la liberación de uno de los hijos del “Chapo” Guzmán al que se intentó detener y de último momento se lo soltó para evitar un mayor derramamiento de sangre entre gente ajena a la delincuencia organizada y las fuerzas del orden.
Esto último, considerado como un sabia decisión presidencial, aunque eso no quita los errores previos cometidos al no planificar adecuadamente el operativo, ignorando la capacidad de reacción del crimen organizado, habiendo hecho una tarea muy pobre en materia de inteligencia, que entre otras cosas minimizó la superioridad armada del adversario y no calculó los riesgos de actuar donde el cártel de Sinaloa contaba con arraigo social, provocando con ello que el poder del crimen dejara en penosa evidencia diversas carencias institucionales.
Motivos más que de sobra para proceder al cese de los responsables oficiales de este fiasco policíaco.
Y no se trata de que renuncie Durazo y mucho menos los generales que dieron la cara en el operativo fallido, pero sí es menester y sería saludable que se destituya a los que no supieron actuar con sapiencia, inteligencia y efectividad en estos hechos.
Que se ponga a funcionarios más competentes en esos cargos . Y que se vayan, los que se tengan que ir, ya sea por renuncias o despidos.