Deplorable realidad
Freddy Sánchez jueves 4, Jun 2020Precios y desprecios
Freddy Sánchez
¡Cambios para mejorar!, ¿o para empeorar’…
En qué ruta nos conducirá la nueva normalidad que México ha comenzado a recorrer con distintas modificaciones anunciadas y puestas en práctica por el gobierno federal.
Para lograr el bien general en lo económico, político y social, obviamente, los efectos de la pandemia tendrán que ser factor de un cambio positivo en pensamientos y hábitos.
Una gran oportunidad para desechar de nuestro entorno cuanto pudiera ser la causa de una situación complicada y hasta funesta en la relación de la sociedad con las instituciones públicas.
Opción también para que se decrete una tregua a la “guerra” entre partidos políticos con el ánimo de enfocar sus esfuerzos, no sólo en apetitos electorales, sino en la reconstrucción del tejido social afectado por los sucesos derivados del problema médico, además de las trágicas secuelas en el rubro económico.
Ocasión, por supuesto, a fin de que los grandes hombres de negocios modifiquen su actitud meramente presta al amasamiento de riqueza sin pensar en repartir estos beneficios con la reciprocidad que amerita el esfuerzo productivo de quienes contribuyen a su enriquecimiento.
Y vale añadir, naturalmente, que a todos los que habitamos en el territorio nacional se nos ofrece una extraordinaria posibilidad de deponer las conductas que afectan la buena marcha de las relaciones sociales, familiares y económicas, debido a comportamientos ajenos al bien común.
De modo que la nueva normalidad que hoy está en curso con las acciones emprendidas desde el gobierno y atendidas por la población en general, seguramente, podría llevarnos a un futuro afortunado en favor de la colectividad, si cada parte de los convocados a respetar las disposiciones oficiales, lo hace con la voluntad de que los males de la pandemia duren lo menos posible y hagan el menor daño del que podrían provocar en caso de persistir actitudes egoístas, abusivas y desconsideradas de unos contra los otros.
No hace falta decir que el alto costo en pérdida de vidas y de bienestar en cientos de miles de hogares, (sin conocerse a ciencia cierta el número total de los millones de mexicanos “golpeados” por los estragos de la pandemia), amerita una reacción verdaderamente trascendental en la vida comunitaria.
Y por lo mismo, es indispensable que quienes logren sobrevivir al funesto cataclismo en materia de destrucción de la salud física y económica, manteniéndose en pie y con la esperanza de recuperarse, lógicamente tendrán la obligación de aportar su propio esfuerzo sin regateos ni fingimiento.
De tal suerte que para reconstruir el bienestar perdido y poder decir que algo positivo se logró conseguir, (tras la mortífera pandemia que sigue azotando al mundo entero), es preciso que la sociedad en su conjunto acoja los cambios que le den un impulso benéfico y no perjudicial a la nueva normalidad.
Es imperativo entonces que desde el gobierno deje de promoverse el distanciamiento social dividiendo a la población y propiciando odios y resentimientos, en lugar de fomentar por todos los medios la reconciliación nacional.
Lo cual sería más fácil, procediendo a reconocer en todos los grupos sociales el mismo derecho a demandar y recibir apoyo institucional, conforme a sus auténticas necesidades y la posibilidad de atenderlas sin discriminación, dando a cada parte el máximo respaldo materialmente asequible.
En ese aspecto pues, es menester que en todas las instancias públicas y privadas con capacidad de liderazgo se cierren filas en favor de un plan nacional de reconstrucción que llegue sin distingos ni regateos a todos los que lo requieran, puesto que de esa manera se logrará que la nueva normalidad implique un gran cambio ciertamente plausible que suprima la por tantos años padecida y terrible: deplorable realidad.