Mafias intocables
Freddy Sánchez jueves 6, Ago 2020Precios y desprecios
Freddy Sánchez
¡Ahora o nunca¡…
Ojalá sea lo primero antes de que siga creciendo el poder criminal de las mafias en México.
Una realidad que sería ingenuo suponer que está en auténtica extinción.
Acciones como la captura de “El Marro”, innegablemente alientan la fe en la política institucional en materia de seguridad, porque se trata de actos de alto impacto social, que definitivamente significan duros golpes contra las organizaciones criminales, aunque las experiencias pasadas han demostrado que eso es relativo.
Quizás incluso por la misma razón, el gobierno de Andrés Manuel había tomado una dirección distinta en la lucha contra la criminalidad. El presidente López Obrador lo dijo hace tiempo al recalcar que el objetivo central de su administración en materia de seguridad, no se concentraría en perseguir a los capos.
Y es que, remontándose a sexenios anteriores se demostró hasta la saciedad que la captura o muerte de líderes de las organizaciones delictivas, no disminuyó en lo más mínimo la continuación, diversificación y crecimiento de actividades fuera de la ley por parte de las bandas criminales.
Ningún remedio real contra la inseguridad ofrece, entonces, hacer lo que se hizo antes y no sirvió para garantizar la seguridad.
En ese tenor podría considerarse que haber atrapado a “El Marro”, con toda proporción guardada amerita un reconocimiento para las autoridades sin exageraciones y despliegues de triunfalismo.
El presunto jefe de un peligroso grupo criminal con asiento principal de actividades en el estado de Guanajuato, se dio el lujo de desafiar a las autoridades tras la aprehensión de sus padres, quienes en pocos días lograron salir de prisión, lo que en su momento hizo creer en la posibilidad de que las autoridades se hubieran intimidado.
Una hipótesis que por supuesto se vino abajo con la captura posterior del mafioso, quien según algunos testigos de la captura, demudó en una actitud sumisa y hasta temerosa, contrastando con su arrogancia al haber intimidado a las autoridades.
Así las cosas, quedó demostrado que el poder de las fuerzas públicas, en cualquier momento puede someter a los criminales, teniendo los elementos de información necesarios para saber dónde encontrarlos y atraparlos.
Eso no está reñido con la prioridad planteada por el gobierno, en cuanto a garantizar la seguridad con otras medidas, las cuales tienen que ver necesariamente con la voluntad política de desarticular el poder económico de las organizaciones criminales, puesto que en tanto eso no suceda, el resurgimiento de bandas delictivas parecería inevitable.
Hace unos cuarenta años en la ciudad de nueva York, en Estados Unidos, se dio la firme decisión oficial de acabar con las mafias que para ese momento habían adquirido tal capacidad de dominación económica y social, que inclusive extorsionaban a los grandes constructores, en plena época del nacimiento de los rascacielos en la ciudad neoyorquina.
De ese tamaño puede llegar a ser el poderío de los criminales organizados cuando no se actúa oportunamente para desbaratar su estructuración y desarrollo hasta alcanzar la condición de poderosas entidades dedicadas a las consumación de los delitos, comprando complicidades de autoridad o eliminando a quienes estorbaran a sus planes.
De modo pues, que urge imitar las acciones adoptadas en Nueva York para contener a como de lugar a los grupos criminales en nuestro país, los cuales adquirieron un gran potencial de crecimiento en sexenios anteriores y a la fecha tal parece que se mantienen intactas sus estructuras de funcionamiento.
Y por ello es que, ciertamente, no bastará repetir la historia de perseguir a los capos y seguir dejando operar y hacerse más grandes a las organizaciones criminales, lo que daría por resultado la existencia de mafias intocables.