Sin pena ni gloria
Freddy Sánchez jueves 15, Oct 2020Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Una imagen que sea ejemplo de admiración y respeto, no la ha habido en los cuerpos se seguridad en México en casi medio siglo.
Algunos funcionarios en altos mandos de policía, tuvieron un extraordinario poder y causaron gran revuelo durante sus gestiones, con “golpes” espectaculares, propinado auténticos “mazazos” a grupos de la delincuencia organizada, pero a fin de cuentas sus desempeños se vieron opacados por ásperas críticas sociales.
Lo malo que llegó a ocurrir, como suele pasar con la propaganda en la que una crítica que devalúa la calidad de cualquier producto, se impone a los elogios y reconocimientos, terminó por demeritar los logros de distintos jefes policiacos, sumamente reconocidos, exaltados, temidos y fustigados en sus tiempos o al concluir sus tareas.
Desde Díaz Ordaz hasta Peña Nieto, con Nassar Haro, Arturo Durazo, Florentino Ventura, Javier Cuello, Javier García Paniagua, (entre otros), las distintas eminentes figuras en puestos de seguridad, (inteligencia o policía civil), dejaron una honda huella en la sociedad mexicana.
Aquellos episodios en los que los cuerpos de policía lograron darle a la comunidad claras muestras de contundencia contra la criminalidad, no pueden menos que ser gratamente recordados, obviamente, en yuxtaposición con los reproches que recibieron en su momento y en algunos casos aun pesa en la memoria de ciertos jefes policiacos que hicieron historia en México, y que para su infortunio se les recuerda infinitamente más por sus fallas que sus aciertos en bien de la tranquilidad ciudadana.
De ahí que, justo es mencionar que a diferencia de los últimos tres sexenios, en los que los delitos y las organizaciones se han multiplicado causando pavor social, en tiempos pasados las incidencias delictivas eran más o menos tolerables socialmente.
Una mezcla de acciones de inteligencia contra las mafias, además de los operativos policiacos habidos, posiblemente en combinación con ciertos acuerdos con algunos grupos delictivos, pero el caso fue que antes del año dos mil, los hechos criminales ocurrían con menor escalada de violencia generalizada y sin afectar directamente a personas dedicadas a trabajar en negocios propios, deambular por las calles o ser empleados públicos y privados.
De modo que la “endemoniada” delincuencia que surgió posteriormente en territorio nacional, con la proliferación de organizaciones criminales y la más amplia versatilidad delictiva, no vista con anterioridad, desafortunadamente continúa en plena actividad provocando desaliento y molestia en diversos sectores sociales.
Así que en medio de ese clima de prepotencia e impunidad, por parte de los que se han dedicado a delinquir a sus anchas, se dará la posible salida de Alfonso Durazo de la Secretaría de Seguridad federal, a fin de buscar la candidatura al gobierno de Sonora, su tierra natal.
El funcionario manifestó su deseo de contender, recibiendo el beneplácito del presidente López Obrador y dando cuenta de que se plegaría a la petición del jefe del ejecutivo, en cuanto a que aquel o aquella que quiera buscar un cargo de elección popular tendrá que renunciar al puesto a más tardar el 31 de octubre.
Durazo pues, salvo un hecho inesperado de última hora, está a sólo días para dejar un puesto que igual a otros funcionarios responsables de combatir la delincuencia, lógicamente, en el balance de su gestión no se le concederá en los anales de la historia un alto reconocimiento por lo realizado.
Para su tranquilidad, tampoco se conoce dato alguno que haga pensar que su participación en una área de seguridad se haya prestado a la comisión de hechos irregulares que lo pongan bajo la mira de la crítica ciudadana.
En ese sentido, naturalmente, habrá los que fustiguen su desempeño institucional en materia de seguridad, pudiendo decir que Alfonso Durazo al irse de la Guardia Nacional logró salir bien librado de acusaciones de corrupción, pero abandona el cargo: sin pena ni gloria.