Mi gurú
Freddy Sánchez jueves 29, Oct 2020Precios y desprecios
Freddy Sánchez
“La vida y milagros” de mucha gente.
Y casi siempre algo que aconsejar siguiendo su inclinación natural más allá de sus opiniones sobre salud y belleza, dado su interés en actuar como potencial sociólogo, sicólogo, politólogo, conciliador familiar o punzante crítico de los mal portados, estos últimos “pasados a tijera” constantemente en su programa radiofónico.
Alfredo Palacios, fallecido el lunes, deja un huella difícil de ignorar, en virtud a un estilo que a unos (miles y miles) les fascinaba, a otros pudo llegar a parecerles simpático y hasta grotesco por momentos, pero difícilmente alguien se abstuvo de tratar o escuchar alguna de las aportaciones del conductor de radio y televisión, que de peinador y embellecedor de artistas (en su famoso salón de belleza) se convirtió en un personaje que cobró notoriedad por la magia de la difusión de su programa, trasmitido en radio, televisión y redes sociales, dentro y fuera del país.
Las respuestas a toda clase de preguntas (que no se limitaban a solicitar orientación para retirar una verruga, suavizar lunares, erradicar los hongos de los pies, entre otras cuestiones de salud) abarcaron infidelidades conyugales, agresiones de pareja, trastornos emocionales, inclinaciones sexuales, abortos, violaciones, herederos y herencias, obligaciones fiscales, enfermedades, tratamientos médicos no convencionales, en fin, al connotado comentarista y tratante de una y otra problemática de su audiencia, prácticamente se le otorgó el título de sabio consultor de cabecera de sus devotos creyentes.
Porque, indiscutiblemente, una buena parte de lo que Alfredo solía apoyar o rechazar con sus opiniones, recibía una virtual aquiescencia de quienes lo consultaban, no una, sino en diversas ocasiones, en relación con varios conflictos en sus vidas.
Qué tan acertadas fueron las sugerencias y posturas asumidas por el difunto, a lo largo de su trayectoria como comunicador, lógicamente, es de hacer notar que no todo lo que dijo debió recibir la complacencia de sus escuchas, en particular por la manera en que a veces con rotunda contundencia aseveraba o negaba lo que a su juicio constituía un realidad irrefutable.
Y como es perfectamente natural, nadie podría proclamarse como poseedor de la verdad absoluta para ostentarse como un erudito infalible pensando que cuanto expone invariablemente es lo correcto y no admite controversia ni contravención.
En el caso de Alfredo, entre quienes lo siguieron regularmente en sus programas de radio, obviamente, tuvo que haber los que discreparon de sus pareceres con respecto a un sinnúmero de temas abordados, pero varias cosas podrían abonarse en favor de su buen recuerdo.
Algo que quizás tenga que ver, en medida importante con la actitud de sus escuchas, puesto que cualquiera que haya sido el juicio personal hacia sus comentarios, el que acude a explorar lo que sea con ánimo de conocer puntos de vista para profundizar sus conocimientos recurriendo a consultar varias fuentes, indiscutiblemente, tiene mucho que ganar con programas como los de Alfredo.
Más, quizá, cuando aquello que afirmaba, chocaba con ideas preconcebidas, despertaba suspicacias, dudas y renuencias, alentaba la crítica y la autocritica que enriquece el saber del que gusta de debatir acerca de cuanto que se afirma categóricamente en medios televisivos o escritos.
Y justo por eso, cuando alguien me preguntó al subir a mi automóvil si estaba escuchando al señor Palacios, le dije que sí.
Ante su extrañeza le comenté: No te imaginas cuánto le he escuchado decir que me obligó a reafirmar mis creencias, someterlas a reflexión y tratar de refrescarlas. Porque, naturalmente, no todo lo que afirma se gana mi aprobación, pero debo confesar que me invita a enriquecer mis criterios antes de opinar. Digamos entonces que, a quien deseo sinceramente que en paz descanse, solía convertirse en una especie de mi gurú.