¿Enloqueció Trump?
Armando Ríos Ruiz viernes 13, Nov 2020Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Hace unos días, algunos medios publicaron que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, mostraba ya señales de que aceptaría pronto la derrota frente a Joe Biden, lo que consideraron lo más cuerdo. Más temprano que tarde, los signos que dio fueron que con mayor rabia continuaría con sus pataleos y su insistencia de haber sido robado. De que le hicieron fraude.
Además, muchos miembros de su gabinete se mostraron, igual que su jefe, inconformes con el resultado de las elecciones del pasado 3 del mes en curso. El secretario de Estado, Mike Pompeo, dio la sorpresa con la declaración de que no había de qué preocuparse, pues en enero habría continuidad y sería el mismo actual mandatario quien comenzaría el próximo período presidencial.
No sólo no existen visos de que Trump no aceptará la derrota, sino que insiste en el fraude. Esto da a entender que forzosamente debe tener un as bajo la manga, aunque hasta ahora no ha exhibido ninguna prueba. En este renglón, también prometió que las presentaría.
Hay un pasaje ocurrido en 1991, cuando Joe Biden era senador, que refiere que hizo lo indecible para acabar con la carrera judicial de Clarence Thomas, a quien inclusive acusó de acoso sexual y de pretender violar a una mujer que también se dedica a la práctica del derecho.
Por aquella época, Thomas intentaba incorporarse a las actividades judiciales dentro de la Corte Suprema de Estados Unidos y se vio inmerso en el lío citado, hasta que George Bush lo rescató. Hoy ya es poderoso juez.
Trump conoce perfectamente los hechos ocurridos hace casi 30 años. Con mucha seguridad, las querellas y demandas que resulten de los recientes comicios, habrán de dirimirse en esa instancia y espera que Thomas asuma un comportamiento inflexible en contra de Biden, para cobrar aquella afrenta.
Algunos suponen que inclusive, ya existen acuerdos entre ambos personajes y que sólo falta la presentación de evidencias, mismas que se encuentran en la impresión de las boletas electorales, confecciondas por la Agencia de Inteligencia de Defensa a favor del partido ganador. Contienen candados secretos, marcas de agua y códigos de rastreo.
Cantidades imprecisas, pero enormes son falsas, principalmente las que fueron enviadas por correo y tal hecho podría salir a la luz, lo que significaría que los demócratas que intervinieron en la confección irían a parar a la cárcel. Con estos hechos habría razones suficientes para echar abajo el triunfo obtenido por ese organismo político y se daría luz verde para que el magnate continuara al frente de la presidencia.
Se trata de una bomba histórica de dimensiones colosales. De algo insólito, jamás ocurrido en el vecino país. Lo único que falta es que sea cierto.
Pero si ésta es la realidad. Si Trump cuenta con estos elementos tan destructivos para sus adversarios, ¿por qué se dedica a denostar, a dar tumbos y alaridos que parecen dudosos? ¿Por qué esperar lo que, de ser verdad, podría adelantar? ¿Por qué de una vez no muestra lo que tiene y se evita dar inclusive lástima a muchos que piensan que se resiste a dejar la Casa Blanca, porque el poder que jamás había tenido lo deslumbró y lo enloqueció?
¿Por qué sus funcionarios en la jornada de cuatro años que lo acompañaron en la Presidencia también se muestran seguros de que aportarán los elementos necesarios para continuar en el Poder? ¿Por qué hablan también de una sorpresa que nadie imagina?
¿O es que sufren demencia colectiva y todos por igual, en una similitud exacerbada se enamoraron del poder político y se niegan a abandonarlo, porque es cierto que envenena el alma y vuelve locos a quienes lo tienen, máxime a aquéllos que jamás lo habían sentido y les llegó cuando ya cuentan con muchos años de edad?