¡Dénme una señal!
Armando Ríos Ruiz lunes 16, Nov 2020Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Hasta hoy, nuestro Presidente se ha negado a felicitar a Joe Biden, aún virtual ganador de las elecciones en Estados Unidos, en una actitud de compromiso y solidaridad a ultranza con Donald Trump. Su reacción resulta extraña, toda vez que cuando éste era candidato vituperó a México e insultó a los mexicanos, a quienes llamó violadores, asesinos, ladrones y con toda clase de calificativos denigrantes.
El aspirante a gobernar nuestro país, también se refirió a Trump con palabras duras. Manifestó que el gobierno vecino y especialmente el Presidente, aprenderían a respetarnos, por lo que se terminarían los insultos y el racismo contra los nuestros, si él llegaba a la Presidencia de la República.
Durante una gira por el estado de Sonora y Chihuahua, agregó que a él no lo apantallaba Trump, pues no era Peña Nieto. “Díganle a sus familiares y amigos en Estados Unidos que vamos a ofrecer condiciones para que quien quiera permanecer allá, tendrá el respaldo y protección del gobierno mexicano”.
El ahora primer mandatario dijo más. Se comportó como todo un candidato que promete. Entonces rechazaba los improperios del rubicundo insultador. Pero en los hechos resultó un corderito obediente y admirador de su homólogo, a quien no desea molestar ni con el pétalo del reconocimiento a quien ahora prefirieron las mayorías de la Unión Americana, porque seguramente cree que ofenderá al perdedor, a quien le depara un respeto sin condiciones.
Es más, se sumó a la amenaza proferida por el norteamericano, de construir un muro para evitar que nuestros paisanos fueran al país del norte en busca de mejores oportunidades de vida. Mientras se hacía realidad la construcción, destinó a miles de elementos de su Guardia Nacional, para que sirvieran de contención a los migrantes centroamericanos que también van a Estados Unidos a buscar mejores medios de subsistencia.
No hubo ni asomo de vergüenza cuando fue invitado por Trump, en un intento de sumar votos de mexicanos radicados allá y de alguno que otro latino solidario e identificado con sus hermanos de raza. Aquí se criticó que aceptara viajar, sólo porque la invitación, más que eso, era realmente una orden. No había forma de rechazarla. El invitador era mucha pieza para el invitado.
Aquellos humos de enojo, de molestia que despedían sus palabras en contra de Trump, eran eso: humo. Desapareció con la primera sonrisa que le disparó el norteamericano. Como aquél que desea acercarse a alguien y titubea porque no sabe cómo reaccionará. Hasta que advierte que le sonríe, aunque sea levemente. ¿Cómo quedó? Como un burdo bravucón hablador, que se acobarda cuando nota que su oponente es más fuerte y puede propinarle una paliza.
Como dice insistentemente un analista político: “eso querían. Por eso votaron. Eso es lo que obtuvieron”.
Biden se dijo extrañado de que el mexicano aún no le hubiera enviado un mensaje de felicitación. Lo entiende de Rusia, de China y de otros países. No de México, porque jamás ha tenido un desentendido con nuestro gobernante. Sin embargo, el mandatario chino, Xi Jinping ya se comunicó para congratularse por el triunfo obtenido, que se ha confirmado con el paso de los días.
Todos los estados terminaron de realizar sus conteos y reafirmaron el triunfo de Biden, con 306 votos electorales , contra 232 de su oponente. ¿Todavía no hay razón para felicitarlo y con esa simpleza reforzar lazos de unión para el futuro inmediato, con el principal socio comercial? ¿O nuestro Presidente espera que le rueguen por un reconocimiento al vencedor? Tendrá que esperar sentado, para evitar una fatiga innecesaria, como las de sus mañaneras penosas, insípidas y mentirosas.
Las acusaciones del republicano, de que votaron por su contrincante hasta los muertos, como los de Míchigan, se han desvanecido. Willian Tarnley Bradley, Donna Bridges, June Aiken, son sólo algunos de miles que ahí están. Vivitos y coleando. Tal vez nuestro mandatario espera una señal: que primero reconozca Trump.