Reunión de Villa y Zapata
¬ Mauro Benites G. viernes 19, Nov 2021Municiones
Mauro Benites G.
Al mencionar Revolución Mexicana surge en nuestra mente las figuras emblemáticas de Villa y Zapata, que son representativos del movimiento armado de 1910; Zapata es la idea con su plan de Ayala y Villa con la indómita División del Norte. “Hoy estamos a 4 de diciembre de 1914. Es una fecha histórica que encierra la perdición, en lo medular, de la Revolución Mexicana —nos cuenta el cronista de la Revolución Mexicana, el insigne escritor Roberto Blanco Moheno—. Y hoy en Xochimilco, se unen en un abrazo el Sur y el Norte auténticos: frente a una doble valla de niños de una escuela primaria —la contigua a la Casa de Cabildos— caen en un abrazo que condensa el aire y detiene la corriente de los canales, Emiliano Zapata y Francisco Villa.
¡Qué maravilloso momento este amoroso abrazo mestizo de dos hombres tan hombres! Después, mientras caminan entre vítores hacia el lugar del banquete inevitable, los niños cargados de flores, se paran, pequeños, frágiles, ante la figura imponente del Centauro. Un chiquillo de nueve años, prieto, más prieto por el rojo de los claveles le que abruman, se dirige al hombre de Tierra Blanca, de Torreón, de Zacatecas:
—Para usted, señor general Villa… Hay un silencio. Y Villa empieza a llorar quedamente, haciendo pucheros, hasta hacerse más niño que el donante de las flores. Traga saliva y no puede, aunque quiera, hablar:
—Muchachito, ¿a Villa, flores?… Resuelve el acoso de la ternura, de la vieja ternura de su raza, echando el brazo sobre los finos hombros de Zapata, que no llora porque su raza ha llorado demasiado ya, por siglos, conduciéndolo hacia el sitio de honor en la mesa. Llegan las copas de tequila. Zapata bebe con frecuencia. Con frecuencia está borracho. Villa, no. Su vida de fiera perseguida le enseñó a estar alerta siempre. Es abstemio riguroso. Pero esta vez toma una copa y sonríe ampliamente.
La escolta de la puerta, mitad pequeños mestizos e indios de Morelos, mitad de largos mestizos y criollos de Chihuahua y Coahuila, bebe también. Es la emoción viril, el encontrarse un hombre, verdadero hombre, con que hay hombres más allá todavía. Y verlos juntos. Y compartir con ellos la diabólica euforia del alcohol… Pero no pueden hablar sus cosas porque todo el mundo tiene las orejas puntiagudas a fuerza de querer oírle, Por lo tanto, después de hablar mal de Carranza en público, deciden resolver el destino de México en privado.
¡Porque se trata del destino de México! La Revolución está en su momento clave: O vive, o muere. O sigue rectamente su línea o cae en todas las renunciaciones, en todas las desviaciones. Villa y Zapata entran a un salón y las puertas se cierran tras ellos. No puedo reproducir lo que hablaron. Pero sí es absolutamente cierto que Villa cedió ante el orgullo de Zapata en cuanto a las cuestiones militares y eso a pesar de que Felipe Ángeles por la mañana de ese día, le había hecho las últimas recomendaciones:
—No vaya usted a hacerle caso a Zapata como militar, mi general. Zapata es un apóstol, pero de guerra no entiende nada. Su ejército no merece tal nombre. No cuenta con un sólo general que valga para algo. Si le pide las operaciones al sur, no ceda. Es el momento de perseguir a Carranza hasta Veracruz, de echarlo al mar, para que con él se ahogue la reacción. Mire, general, ¡que Zapata no puede con el encargo! Y si le damos tiempo a Carranza, va a rehacerse y quién sabe lo que pueda ocurrir. ¡No se olvide, general!”. Pero Villa cedió ante la presencia pura del Caudillo del Sur y ante esto, la Revolución tomó el cauce que llevaría al triunfo al carrancismo para llegar a la constitución de 1917, que hoy es el marco jurídico que nos rige.