La cuarta ola y la desobediencia social
¬ Luis Ángel García lunes 29, Nov 2021Por la Derecha..!
Luis Ángel García
La variante del coronavirus que surgió en África encendió los focos rojos en Europa y en varios países de América. Las naciones cerraron nuevamente sus fronteras, se regresó al confinamiento social, el uso obligatorio del cubrebocas y mantener la sana distancia. Los efectos de esta cuarta ola han sido devastadores en Canadá, Brasil, España, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, entre otros. Mientras, en México seguimos en un raro semáforo verde y se regresa a las grandes concentraciones como la Fórmula 1, el desfile de Día de Muertos y ahora se aprestan una magna aglomeración en el Zócalo por los tres años de gobierno.
No entendemos. Las autoridades sanitarias vuelven a ver con desdén el nuevo riesgo epidemiológico y hasta premian al “doctor muerte”, Hugo López-Gatell, al llevarlo a la Cumbre de Líderes de América del Norte en Washington, “por su excelente trabajo” para controlar la pandemia. Como su fueran pocos el casi medio millón de muertos, según cifras oficiales, que ha dejado la Covid-19. Ni el sesenta por ciento de la población tiene el esquema completo de vacunación y ya la gente sale a la calle sin cubrebocas. Más de 35 millones de dosis están almacenadas, pero no quieren vacunar a los niños. A cuentagotas aplican el antígeno a los jóvenes de 15 a 17 años.
Muchos especialistas dudan que realmente existan las condiciones en el país para estar en semáforo verde y seguramente después de las fiestas decembrinas, se retornará, mínimo, al amarillo. Difícilmente muchos estados, incluida la CDMX, resistirían económicamente el cierre de comercios. Pero será más doloroso la pérdida de más familiares y amigos.
El gobierno federal nunca pudo implementar una verdadera política pública sanitaria que contuviera los efectos mortales de la enfermedad. Por ignorancia y soberbia se dijo inicialmente que el padecimiento sólo les daba a los ricos, que los pobres eran inmunes. Nunca se quiso abonar a una cultura de la prevención, se negaron los gobernantes a usar el cubrebocas y burlonamente se dijo que las estampitas religiosas eran el mejor antídoto. Eso costó medio millón de vidas, gente que, en muchos casos, pudieron haberse salvado y ahora sólo son estadísticas.
Muchos países cerraron sus fronteras, sus aeropuertos, pero en México no. Seguimos con vuelos comerciales como si nada, sin pedir certificados de vacunación, ya sin medidas de higiene ni respeto a la sana distancia. Las autoridades sanitarias no han implementado una estrategia que prevenga la cuarta oleada ni se apresuran a vacunar a más población a pesar de tener almacenadas millones de dosis. Tampoco se organizan para poner la tercera dosis de reforzamiento a los grupos de la tercera edad.
Como sociedad, tampoco ponemos nuestro grano de arena. Hartos con el encierro obligatorio pero tardío, queremos recuperar el tiempo perdido, no sólo para regresar al trabajo -aunque el home office resultó ser más productivo-, sino a las diversiones, a los bares, a las compras en los centros comerciales, ir a los conciertos o espectáculos masivos. Nosotros mismos vemos con desdén el uso de cubrebocas o la sana distancia. Parece que la pandemia, que todavía no concluye, no nos dejó ninguna experiencia. Ojalá no sea demasiado tarde cuando el destino nos alcance. Por favor, este 1 de diciembre no vaya al zócalo, su familia se lo agradecerá.