La caída del Muro de Berlín, lección no entendida
¬ Mauro Benites G. jueves 16, Dic 2021Municiones
Mauro Benites G.
En noviembre 9 del año 1989 la humanidad fue desagraviada de una vergüenza que, durante años, representó la existencia del Muro de Berlín. Con su caída, el régimen político que lo construyó de terror, pobreza y humillación quedó sepultado para siempre, esto se festejó ante la majestuosidad de la Puerta de Brandeburgo ahí estuvieron presentes los recuerdos de Mijaíl Gorbachov, Karol Wojtyla, Ronald Reagan y Margaret Thatcher.
El Papa polaco tuvo una vez más presencia en la persona de Lech Walesa, fundador del Sindicato Solidaridad, que sirvió como piolet, inspirado por Karol Wojtyla para debilitar la ignominia erigida en el muro.
Estimados lectores ¿Quién era? Mijaíl Gorbachov. Unas horas después de anunciar la muerte del secretario general del Partido Comunista, Konstantín Chernenko, en marzo de 1985, el Kremlin nombró para el más alto cargo a un relativo desconocido. A la edad de 54 años, Mijaíl Gorbachov era el miembro más joven del Politburó y el primer máximo líder soviético que había cumplido la mayoría de edad después de la muerte de Stalin. Gorbachov, protegido del predecesor de Chernenko, el reformista Yuri Andrópov, prometió revitalizar la inestable burocracia soviética. En vez de esto, las fuerzas que desencadenó llevarían al desmembramiento de la Unión Soviética y trastocarían completamente el orden político mundial.
Konstantín Chernenko personificó la parálisis de la época de Brezhnev. Durante sus 13 meses en funciones pasó largos periodos en cama, una vez durante 59 días consecutivos.
Según Gorbachov, Chernenko llevó a cabo una política económica ruinosa; un ejemplo, la esperanza de vida de la Unión Soviética disminuyó durante los años setenta, algo totalmente novedoso en un país industrializado, no disminuyó la represión política, enfrió las relaciones con Occidente, congeladas con la invasión de Afganistán en 1979, y difundió el desencanto entre la población Incluso, antes de su ascenso, Mijaíl Gorbachov había manifestado el deseo de remodelar su extenso país con su programa perestroika. “Debemos llevar a cabo grandes transformaciones sociales y políticas”, declaró en un discurso de 1984. Durante una visita a Inglaterra, Gorbachov impresionó a los que le vieron con su energía. Era apuesto, encantador y con sentido del humor. Su esposa, Raisa, era elegante y sociable, muy alejada del estereotipo de una esposa de los viejos jerarcas del Kremlin que se tenía en Occidente. Más importante aún, Gorbachov valoraba la modernización y hablaba de romper el tradicional secretismo soviético.
“Me gusta Gorbachov. Podemos hacer negocios juntos”, dijo la primera ministra, Margaret Thatcher
Una vez en el cargo, Gorbachov inició un programa reformista doble. Con la perestroika (reestructuración) introdujo un mercado libre limitado y la descentralización. Con la glasnost (apertura) impulsó un reajuste de la política, la cultura y la historia de la Unión Soviética
Gorbachov condenó el reino de terror de Stalin y el “estancamiento” de Brézhnev; expulsó a los miembros de línea dura del Politburó y liberó a los presos políticos. En conversaciones con Ronald Reagan sobre el control de armamento ofreció concesiones sorprendentes, Gorbachov estaba iniciando una revolución desde arriba, pero el proceso pronto escaparía a su control, habría que esperar la reacción de los regímenes políticos en Europa y sobre todo en los regímenes totalitarios imitadores de la Unión Soviética etiquetados como “socialistas”, regímenes que no entendieron la lección de la historia e insistieron o intentaron aplicar un sistema político basado en el terror y con acciones populistas con represión y sin libertad lo cual los llevarían a un rotundo fracaso, entiéndalo AMLO.