El refugio de los indeseables
¬ Francisco Reynoso viernes 29, Abr 2022Triple Erre
Francisco Reynoso
El reclamo del senador Germán Martínez no fue para el canciller Marcelo Ebrard.
Fue claramente para el presidente Andrés Manuel López Obrador.
No conviertan el servicio diplomático de México -dijo el ex morenista y ex panista- en albañal, en casa de citas.
La acusación de prostitución del senador ex director del IMSS fue por la designación de los ex gobernadores priistas Claudia Pavovlich, Quirino Ordaz y Carlos Miguel Aysa, en cónsul en Barcelona y embajadores de México en España y República Dominicana, respectivamente.
También habrá que exigir al senador César Cravioto, incondicional de Claudia Sheinbaum y de Martí Batres, que no se convierta al Senado en una guarida de celestinos.
Y es que Cravioto exhortó a los gobernadores de Aguascalientes, Durango, Tamaulipas, Hidalgo, Quintana Roo y Oaxaca a que se porten bien, que no metan las manos en la contienda para que la Cuarta Transformación los invite de embajadores.
Salida para personajes incómodos
Desde siempre, el servicio diplomático se ha utilizado para sacar de México, y de la jugada política, a personajes incómodos e indeseables.
Dos ejemplos son contundentes: Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría.
En junio de 1977, seis meses después de asumir la primera magistratura, el presidente José López Portillo se deshizo de su compañero de juventud y de aventuras políticas.
El activismo político de Luis Echeverría y de su compañera María Esther Zuno en el Centro de Estudios del Tercer Mundo era prácticamente inaguantable.
Así que Jolopo designó a quien le heredó el trono en Los Pinos embajador de México ante la Unesco.
Una año y pocos meses permaneció LEA en esa representación. Seguía muy activo y muy travieso en su residencia de San Jerónimo. Así que López lo montó en un canguro y lo envió como embajador de México en Australia y Nueva Zelanda.
También en 1977, López Portillo se deshizo de otro ex presidente.
Sacó de su casa en Puebla y del escándalo político por el movimiento estudiantil del 68 a Gustavo Díaz Ordaz.
Lo nombró embajador de México en España.
Poco tiempo ocupó Díaz Ordaz la silla que ahora ocupa el repudiado y expulsado priista Quirino Ordaz.
Otro político incómodo al que López Portillo echó de México fue Augusto Gómez Villanueva, secretario de la Reforma Agraria con Echeverría y eterno aspirante a gobernador de Aguascalientes. Jolopo primero lo mandó como embajador a Italia y luego a Nicaragua.
Los ejemplos son inacabables.
Francisco Arroyo Vieyra no pudo ser gobernador de Guanajuato gracias a la llegada del PAN a la Presidencia. Y para que ya no hiciera olas, el presidente Enrique Peña lo mandó de embajador a Uruguay, donde provocó un escándalo mayúsculo cuando salió a la luz pública que sus ahorritos ascendían a un millón de dólares, el cual lo tenía depositado en un banco de Andorra.
De dudosa capacidad y calidad
Así pues, servicio diplomático se ha usado, como dice Germán Martínez, como albañal de la política.
El agravante en la Cuarta Transformación es que se están enviando a las embajadas a figuras que además de ser indeseables e incómodos son de cuestionable capacidad y calidad moral.
Dos botones de muestra.
Isabel Arvide, periodista chiapaneca es, gracias a su relación de amistad con López Obrador, cónsul de México en Estambul.
Y a finales del año pasado provocó un escándalo que se hizo internacional por que en una ceremonia cívica gritó vivas a su jefe el Presidente y una ciudadana mexicana invitada le reclamó.
La señora Arvide, a quien se le recuerda por sus pleitos legales con Sasha Montenegro, viuda de López Portillo, se ensañó y exhibió en las redes sociales, de mala manera, a la mexicana que la increpó.
Otro ejemplo es el del historiador Pedro Salmerón.
López Obrador lo propuso como embajador de México en Panamá y el gobierno panameño le negó el beneplácito. Y es que Salmerón enfrenta múltiples acusaciones por acoso sexual a estudiantes universitarias.
Tiene razón Germán Martínez. La “cuarta deformación” está convirtiendo al servicio diplomático mexicano en una casa de citas; en un albañal donde se refugian los políticos que se prostituyen por ambición de poder o por miedo a que la corrupción los lleve a la cárcel.