Los abrazos no alcanzan a cubrir los balazos, advierte la Iglesia católica
Miguel Ángel Rivera lunes 27, Jun 2022Clase Política
Miguel Ángel Rivera
Los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, asesinados hace algunos días en la Sierra Tarahumara, ya pueden ser considerados mártires y están en vías de convertirse en santos si nos hacen el milagro de que cambie la política de la llamada Cuarta Transformación en materia de seguridad pública.
Por el momento, aunque el presidente Andrés Manuel López Obrador ha recurrido a todos sus trucos y artimañas para “cambiar el tema de conversación”, pero el resto del país continúa impactado por ese doble homicidio y la forma como sucedió.
En particular destaca el hecho de que el triple homicida —un delincuente llamado José Noriel Portillo, alias “El Chueco”— se presumía perseguido por las autoridades, pero llevaba una vida (casi) normal en esa región de Chihuahua, en la cual, en los hechos, era la máxima autoridad.
De acuerdo con los archivos policiales, “El Chueco” dirige una célula del grupo delictivo “Gente Nueva”, considerado como el brazo armado y operativo del Cártel de Sinaloa en Chihuahua.
La Fiscalía General del Estado de Chihuahua lo reconoce como responsable de otros homicidios, delincuencia organizada, además del asesinato de los sacerdotes jesuitas. Para “lavarse la cara”, la mencionada ahora ofrece una recompensa de hasta 5 millones de pesos a quienes aporten información que lleve a su captura, pero antes circulaba con entera libertad, como para estar presente en los partidos del equipo de beisbol (pasión que comparte con ysq), tanto que una derrota del mismo fue la que desbordó su ira.
Esto lo reconoció el propio presidente López Obrador en su mañanera del miércoles de la semana anterior, en la cual comentó: “Todo mundo sabe que fue quien asesinó a los sacerdotes jesuitas”.
Pero ante esto, en el terreno periodístico, la pregunta obligada es: ¿por qué no ha sido detenido y consignado ante un juez? La respuesta es simple, pero difícil que reconozca en los medios oficiales: porque en esa apartada región de la Tarahumara, la autoridad son “El Chueco” y su ejército de “Gente Nueva”, a quienes la policía y ahora hasta el Ejército les tienen que pedir permiso para circular por allí.
La Tarahumara no es el único territorio sustraído al gobierno nacional, sea federal, estatal o municipal. Hace muy pocos días se confirmó en el llamado “Triángulo dorado”, muy cerca de Badiraguato -tierra de otro afamado delincuente, Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, quien sí está en la cárcel, pero de Estados Unidos)- el convoy que acompañaba al presidente a una gira fue interceptado por un grupo armado, que no pertenecía a ninguna institución oficial. Esto no alarmó al primer mandatario, quien se limitó a comentar que “es normal”.
Es obvio que ese incidente, que afectó en particular a los representantes de la prensa, con la que el jefe del Ejecutivo no es muy afectuoso, no va a hacer cambiar la política de “abrazos y no balazos”, pero tal vez ahora el sacrificio de los jesuitas tal vez nos genere un milagro.
Mientras tanto, por parte del resto de la sociedad se producen quejas, protestas y toda clase de críticas a la autoridad.
La Iglesia católica denuncia un país invadido por la violencia
En una misa denominada de “cuerpo presente”, compañeros de los asesinados de la Compañía de Jesús, pidieron el sábado anterior al presidente López Obrador, revisar su estrategia de seguridad y señalaron que el país está invadido por la violencia.
“Respetuosamente pido, pedimos, señor presidente de la República, revise su proyecto de seguridad pública, porque no vamos bien, y esto es clamor popular”, dijo el sacerdote jesuita Javier Ávila, líder de la comunidad en Cerocahui, Chihuahua, durante la misa.
“Este evento lamentable no es aislado en nuestro país, un país invadido por la violencia y por la impunidad, nuestro tono es pacífico pero fuerte y claro”, agregó.
Ávila también señaló que “los abrazos ya no nos alcanzan para cubrir los balazos”, en una clara referencia a la política de López Obrador.
El representante en México de la Compañía de Jesús, Luis Gerardo Moro, indicó que “la realidad de violencia no se va a resolver sólo capturando a los cabecillas de los grupos delictivos”.
Violines rarámuris, sonajas y cantos tradicionales en la lengua ancestral recibieron al cortejo fúnebre que arribó con los féretros de los sacerdotes al templo del Sagrado Corazón de Jesús, en la capital del estado, dice la nota de El Sol de México.
Con la vestimenta tradicional de la Alta y Baja Tarahumara, 11 mujeres y dos hombres danzaron y presentaron sus respetos al “Padre Gallo” y al “Padre Morita”, como los llamaban cariñosamente y con quienes convivieron por espacio de dos a tres décadas.
Eso fue una parte de la Iglesia Católica, la Compañía de Jesús, pero también hubo reclamos de la Arquidiócesis de la Ciudad de México, que en su semanario Desde de la Fe, dedicó su editorial a este lamentable suceso, titulado No olvidaremos. Queremos paz y justicia.
“Es grande el dolor que nos dejan las muertes de los padres Javier y Joaquín, pero más grande es el dolor de saber que son miles de muertos en México.
“El asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora refuerza el llamado a examinar la estrategia de seguridad en México, pues vivimos una ola de violencia histórica: el número de asesinatos en lo que va del sexenio supera las 122,000 personas.
“El laico Pedro Palma y los sacerdotes Javier Campos y Joaquín Mora fueron despojados de sus vidas el lunes 20 de junio a manos del crimen organizado. Es grande el dolor que nos dejan sus muertes, pero más grande es el dolor de saber que son miles de muertos en México. En palabras del Provincial en México de la Compañía de Jesús, el padre Luis Gerardo Moro, la sangre de Pedro, Javier y Joaquín se une al río de sangre que corre por nuestro país.
“Queremos justicia y queremos paz. Queremos un México seguro y queremos ver el fin de esta vergonzosa impunidad. Si en 72 horas lograron recuperar los cuerpos de 2 sacerdotes y un laico, y avanzar en las averiguaciones, ¿por qué no hacer esto con tantos y tantos casos impunes? El nivel de impunidad en México es muy alto; la presión de la opinión pública motiva a las autoridades a resolver contados casos mediáticos, pero, ¿qué pasa con las miles de familias que, además de fracturarse con el asesinato de un ser querido, nunca verán justicia?
“Nos sumamos al llamado del padre Javier ‘Pato’ Ávila, sacerdote jesuita de la Sierra Tarahumara: nuestro tono es pacífico, pero alto y claro. Invitamos a que las acciones de gobierno finalmente acaben con la impunidad imperante en nuestra sociedad”.
Celebra Morena un triunfo anticipado en Coahuila
Con el consabido pretexto de una asamblea estatal con vistas a las elecciones del año venidero, Morena aprovechó para “placear” a sus “corcholatas” aspirantes a la Presidencia de la República, con la novedad de que fue invitado, y se presentó, Ricardo Monreal, el precandidato no incluido en la lista “oficial” del presidente López Obrador.
A su estilo de no guardarse sus ideas y de señalar abiertamente lo que le parece, el propio Monreal fue el que le quitó un poco de intensidad al tono triunfal de Morena, al advertir que algunas de sus acciones pueden ser violatorias de la ley y, en lo interno, volvió a demandar “piso parejo”.
Al participar en la asamblea efectuada en la población de Francisco I. Madero, Monreal consideró que Morena no puede ser rehén de grupos u obedecer a facciones y está obligado a conducir sus procesos internos dentro de la legalidad y en unidad.
“Es indispensable fijar reglas claras para la decisión de dirigentes políticos, se requieren reglas en consenso con la militancia para seleccionar a nuestros dirigentes y gobernantes. Necesitamos mecanismos y reglas claras en igualdad de circunstancias, piso parejo, reglas equitativas para que la gente sea la quien decida. No a la imposición y la decisión de grupos de poder, ni de facciones”, aseveró.
En su mensaje, Monreal insistió que mantendrá sus aspiraciones al interior de Morena y se permanecerá en el partido para “luchar a la buena” porque es uno de los fundadores del instituto político.
“Fijemos reglas claras, no violemos la ley, hagamos las cosas perfectamente bien, porque aquellos que fuimos pisoteados por el Gobierno anterior no queremos repetir lo mismo. Hay que lograr que Morena actúe con apego a a la legalidad”, apuntó.