El mensaje que dejó Carlos Rojas a “ese PRI que ya no existe”
Miguel Ángel Rivera jueves 18, Ene 2024Clase Política
Miguel Ángel Rivera
La muerte de Carlos Rojas Gutiérrez, encargado de organizar el primer intento de programas sociales enfocados a rescatar de la pobreza a los grupos marginales, debería servir a la actual dirigencia del PRI y al frente opositor denominado Fuerza y Corazón por México para recuperar el fervor de los, desafortunadamente, cuantiosos sectores relegados del desarrollo.
En el sexenio del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, el entonces joven político fue nombrado primer titular del programa Solidaridad, con el que se intentaba rescatar a los sectores tradicionalmente marginados para que recibieran beneficios del giro que dio a la economía nacional, con el abandono de los programas proteccionistas para sustituirlos por una economía abierta, cuyo emblema era el Tratado de Libre Comercio (TLC).
Solidaridad era también un proyecto político. Salinas y su grupo habían anticipado la caída del hasta entonces todopoderoso PRI, que ya había dado muestras de decadencia, al grado de que su triunfo en las elecciones de 1988 fue tachado de fraude, para arrebatarle la victoria al disidente Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, abanderado de una fuerte corriente que salió del PRI y se alió con fuerzas de izquierda.
Solidaridad nació dentro de la desaparecida Secretaría de Programación y Presupuesto, cuna del grupo político encabezado por Salinas, pero luego pasó a la entonces Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), de la que fue primer titular Luis Donaldo Colosio.
En Sedesol, Rojas Gutiérrez consolidó su amistad y colaboración con Colosio, a quien sustituyó cuando el sonorense renunció para asumir la candidatura presidencial del PRI y su capacidad de trabajo y de servicio en favor de los más necesitados le sirvió para continuar en su labor en el siguiente sexenio, encabezado por Ernesto Zedillo.
Sea por buscar otros rumbos o por inconformidad con la tendencia tecnocrática que se consolidaba en el gobierno federal, Rojas Gutiérrez salió del gobierno para hacerse cargo de la secretaría general de su partido y siguió en su proyecto de servir a los más desvalidos de nuestra sociedad. En el PRI, como parte del intento de revitalizar al partido, Colosio había impulsado el nacimiento del Movimiento Territorial, una nueva organización con la que intentaba desplazar a los anquilosados “sectores” (obrero, campesino y popular) que mucho demandaba, pero poco aportaban.
Después vino lo ya sabido. Continuó el declive del tricolor que perdió por primera vez la Presidencia de la República por la pérdida del respaldo popular, a pesar de que el lema de Zedillo era “primero la familia”.
Rojas Gutiérrez continuó sus esfuerzos en favor de los grupos marginales, desde el poder Legislativo, como senador y diputado, integrante de comisiones vinculadas con los sectores más necesitados, como las de desarrollo regional y asuntos campesinos, pero sobre todo de la Cocopa, la histórica comisión encargada de atender las demandas expresadas en el levantamiento popular encabezado por el EZLN.
Con todo, no dejó el trabajo partidista y rescató triunfos para el PRI como delegado en Chalco y en Tlaxcala.
En esas tareas se vinculó a la campaña de Javier Guerrero García, con quien colaboró desde los primeros años de Solidaridad y se hizo conocido nacionalmente como compañero de fórmula de Beatriz Paredes Rangel que compitieron por la presidencia y la secretaría general del PRI contra Roberto Madrazo Pintado y Elba Esther Gordillo.
Guerrero García aspiraba a ser candidato a gobernador de su natal Coahuila, pero fue superado por Carlos Riquelme, apoyado por la poderosa familia Moreira Valdez, dos de cuyos miembros, Humberto y Rubén, ya habían sido gobernadores. Guerrero se postuló candidato independiente, previa renuncia al PRI, y con él se fue su amigo Rojas Gutiérrez.
El testamento de Carlos Rojas
Aunque no lo escribió con tal fin, en lo que ahora podría considerarse un testamento político, en su carta de renuncia Carlos Rojas anotó muchas de las fallas, errores y omisiones que llevaron al PRI a convertirse en la tercera fuerza política nacional.
“Acepté la invitación de Javier porque es mi amigo, lo conozco desde 1983 cuando éramos dos jóvenes que soñábamos con servir y crecer en el servicio público y la política. Javier venía de estudiar su maestría y su aspiración era llegar a ser presidente municipal de San Pedro de las Colonias, Coahuila, su pueblo natal. Yo, por mi parte, también quería ser autoridad municipal, pero de Huayacocotla, en la sierra norte de Veracruz, en donde no había nacido, pero tuve oportunidad de ser director de un centro coordinador indigenista y había construido relaciones de identidad y amistad, además de acrecentar mi compromiso con el trabajo con las comunidades indígenas y campesinas.
“Javier si tuvo suerte y empeño para lograr llegar a ser presidente municipal y yo transité por otras rutas. De cualquier manera, desde esos años sellamos una amistad que se ha mantenido hasta ahora. Amistad sustentada en principios y valores éticos y políticos y también en la aspiración de servirle a la gente, en especial, a los campesinos y a los vecinos de las colonias populares.
“Hoy que mi amigo ha decidido enfrentar esta nueva batalla, ya que le cerraron las puertas del PRI por intereses mezquinos, sin explicaciones ni análisis político ni diálogo o trato profesional, sin consideraciones por su trayectoria ni respeto a su persona, decidí sumarme con él, en contra del partido y sus representantes.
“En Coahuila vamos contra ese PRI que no tiene nada que ver con lo que muchos de nosotros conocimos, aprendimos y ayudamos a construir; un partido con principios, con compromisos con la gente, con trabajo político, con el desarrollo y diseño de instituciones y programas públicos para servirle a los mexicanos.
“A ese PRI que ya no existe, lo secuestraron dirigentes inventados, sin trayectoria política, desconocidos y manipulados por la tecnocracia que hoy manda en el país y por los gobernadores a quienes el presidente Peña les entregó las decisiones políticas en sus estados, así haya sido por desconocimiento, ingenuidad o complicidad.
“El PRI de hoy es una caricatura de lo que fue. Tiene una losa insoportable e insuperable que se llama: corrupción. Y nosotros no podemos aceptarlo ni admitirlo ni disimularlo.
“Es cierto, en el PRI que participamos, varios presidentes de la República, dirigentes del partido y las instituciones me dieron oportunidades excepcionales. Primero me dejaron conocer y trabajar para los grupos más débiles de la sociedad, tuve oportunidad de diseñar programas, como los de desarrollo regional en los ochentas. Participar en campañas políticas y construir procesos de diálogo e interlocución entre la gente, los candidatos del partido y las autoridades, inéditos en México.
“Pudimos, también, diseñar y operar el mejor programa de política social que se ha dado en México: el programa nacional de Solidaridad, al cual sólo la cerrazón y obsesión tecnocrática, el enanismo y la envidia política lo pudieron marginar, que no desaparecer, ya que aun después de más de 25 años la gente de las colonias populares y los campesinos e indígenas se refieren a Solidaridad con aprecio y cariño, como algo propio que iba más allá de algún proyecto u obra, que significaba la satisfacción del quehacer colectivo, la de haber construido una solución a sus problemas con servidores públicos receptivos, humildes y respetuosos, que no imponían sino aprendían, en dónde las decisiones eran tomadas en asambleas públicas y los recursos manejados con transparencia y honestidad.
“Así mismo tuve la posibilidad de participar activamente en el diseño y operación de la Secretaría de Desarrollo Social, institución de vanguardia en México y América Latina que supo entrelazar las prioridades sociales con las áreas urbanas y rurales junto al cuidado del medio ambiente y la ecología. De esa secretaría hoy no queda prácticamente nada, que parece más una oficialía de partes encargada de administrar padrones de personas y entrega de dádivas, obsesionados por mejorar los indicadores estadísticos del Coneval, no de que la gente viva mejor”.
Aunque su ahora viuda, la senadora Mónica Gutiérrez, es militante de Morena, Carlos Rojas no se mudó a otro partido, como sí su amigo Guerrero, ahora funcionario del IMSS.