Las encuestas y el abstencionismo
¬ Luis Ángel García viernes 26, Abr 2024Por la Derecha..!
Luis Ángel García
A lo largo del sexenio, el inquilino de Palacio Nacional se dedicó a machacar la narrativa posicionadora de su populista proyecto político, señalar y denostar a sus opositores como obstáculo para concretar sus irrealizables obras, “elefantes blancos” que no tienen ningún beneficio para el ciudadano y generar más pobres como reserva electoral. En los dos últimos años se dedicó a fijar en el imaginario colectivo el perfil de su sucesora, la única que le garantiza continuidad e impunidad; de tal suerte que lleva algunos meses en franca campaña a favor de su fiel cachorra de la 4T. Todo era miel sobre hojuela; sin embargo y a pesar de los embates para eliminar los contrapesos constitucionales, tener ministros a modo, cooptar al árbitro electoral y hacer uso electorero de los programas sociales, es evidente que la suspirante de la 4T no levanta. Antes de verse obligados a perpetrar una fraudulenta elección desde el gobierno o un evidente golpe de Estado para mantenerse en el poder, buscan desalentar el voto.
Por ello en la estrategia política del tabasqueño se hizo uso de las encuestas, las cuales -por dinero-, dejaron de ser ejercicios demoscópicos para convertirse en trajes a la medida. Así es como todas las empresas dedicadas al sondeo y no pocos medios de comunicación se aplicaron en difundir estadísticas que daban un amplio margen a la candidata oficial sobre cualquier contrincante, ventaja técnicamente irremontable de dos a uno. No importaba que analistas señalaran las deficiencias metodológicas del estudio, los sesgos en su aplicación, lo irrealizable del levantamiento de los cuestionarios o que dieran por absolutos resultados con un alto porcentaje de indecisos y entrevistados que se negaron a revelar su preferencia por algún candidato.
La estrategia buscaba difundir resultados que marcaran diferencias de más de 30 puntos con la finalidad de que un porcentaje importante de votantes deje de ir a las urnas el 2 de junio. El razonamiento resulta lógico, dado que el mexicano es por idiosincrasia abstencionista se busca desalentar la participación cívica con la finalidad de reducir el voto opositor. El gobierno sabe que el uso electorero de los programas asistencialistas le da una sólida base de votantes y que la machacona propaganda en contra de los sectores adversos a la 4T garantiza otro tanto de sufragios a su favor. Pero no les alcanza para ganar la Presidencia ni la mayoría absoluta en el Congreso, por eso recurren a las falaces encuestas a modo, para desalentar al ciudadano que idiosincráticamente razona: “para qué ir a votar si ya sabemos quién va a ganar”. A eso le apuestan y a eso se prestan las mercenarias casas encuestadoras y no pocos dueños de medios de comunicación, amén de la estructura del sistema de radiodifusión del Estado que ha perdido la objetividad y transformado en medio propagandístico de la 4T.
Tradicionalmente, el abstencionismo es el triunfador en los comicios, sean presidenciales o intermedios, y rondan entre un cercano 50 por ciento y un 65 por ciento. Por ello, un 25 por ciento del padrón electoral legitima a nuestros gobernantes. A eso le apuesta esta administración, a reducir el número de votos para que, con su base electoral, mucho menor a los 30 millones que obtuvieron en el 2018, puedan ganar la silla del águila.
A poco más de un mes de las elecciones, las estadísticas, muy a su pesar, se acercan más a la realidad y acortan esa insostenible diferencia de hace tiempo. Por ello habrá que estar muy atentos para que en su desesperación no quieran recurrir a una elección de Estado, negociar con el crimen organizado y su violencia política o maquinar un cada vez más cercano golpe de Estado, eliminados los contrapesos constitucionales y entregado el país a los militares. Sólo con una mayor participación ciudadana que marque una irrebatible diferencia en los resultados se podrá evitar el fraude que organiza el gobierno. En nuestro voto está la diferencia.