Un Presidente resentido
¬ José Antonio López Sosa lunes 30, Sep 2024Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
Sí, tuvimos un Presidente resentido en el periodo que hoy, 30 de septiembre, concluye. Sin lugar a dudas, tuvo todo para ser —como su discurso lo señalaba— el mejor Presidente de la historia. Llegó con una amplia mayoría, con un inmenso apoyo popular e incluso con el beneficio de la duda de algunos de sus detractores. Sin embargo, no lo fue, porque sus resentimientos pesaron más que su ideario político, o al menos más que lo que nos hizo creer que sería.
López Obrador polarizó al país, día tras día, sembrando odio de unos contra otros desde sus conferencias de prensa matutinas. Con el tiempo, estas conferencias se convirtieron en monólogos, acompañados de periodistas electrónicos a modo, que no cesaban de aplaudir entre ellos e insultar a los demás.
El Presidente privilegió sus resentimientos, tomó venganza de todos y cada uno de aquellos que él consideró le hicieron daño en el pasado. Se valió de todas las herramientas a su disposición como Presidente para denostar, descalificar, agraviar, ofender, investigar y desprestigiar a quienes no piensan como él.
El resentimiento del Presidente saliente fue tan poderoso que incluso un grupo de activistas —disfrazados de analistas o periodistas— opositores a su gobierno, han caído en actuar de la misma manera, pero desde el otro lado: insultando, descalificando, mintiendo y, lo más preocupante, creyéndose sus propias mentiras, tal como lo hace el propio López Obrador.
Sembrar discordia bajo el pretexto de apoyar a los más desfavorecidos le resultó una buena fórmula para ganar la pasada elección. La miopía de la oposición insiste en que todo se trató sólo de los programas sociales, pero no es así. El escenario es mucho más amplio: esos programas, sumados a la pobreza que los gobiernos anteriores dejaron durante décadas —incrementándose administración tras administración sin ser atendida— construyeron el caldo de cultivo ideal para su éxito electoral.
Como ciudadano, creí en el proyecto de Andrés Manuel en aquel lejano 2018. Hoy, me siento decepcionado de su gestión y de la forma en que usó el poder para vengarse de aquellos resentimientos que, seguramente, lo acompañarán hasta su retiro. Y esos resentimientos serán aún más grandes cuando se dé cuenta de que no es, ni de lejos, el mejor Presidente de México, aunque sus aduladores insistan en lo contrario.
Seis años de caprichos y resentimientos. La historia lo juzgará.
¿Hay que reconocerle algo? Sí, tal vez lo menos, pero que en sustancia puede ser más: cumplió su promesa de no reelegirse. ¿Cuántos activistas disfrazados de analistas y periodistas aseguraban que buscaría la reelección? Al menos en eso sí cumplió.